Desparrama su miseria
el monstruo gris y sus secuaces.
Son ellos, cómplices ignorantes,
quienes lo habitan
y lo crean.
Veneran su mierda
mientras le mueven las patas
en su despreocupado camino
hacia la nada.
....
La cotidianeidad del movimiento de un monstruo colosal
inesperadamente es comparable
a la respiración cotidiana de una flor cualquiera, a su transpiración diaria:
esto ocurre irrefutable e independientemente
de nuestra existencia
por muy liviana que ésta sea
por muy combativa que sea
por más o menos sensible que ésta sea
pero basta con detenerse,
sin reparar en las lágrimas de ira o conmoción:
ver el avance del monstruo
que desata toda la insurgencia,
o ver la transpiración de la flor
que conmueve hasta el llanto incontrolado...
entonces es sencillo comprender el sentido:
intentar matar al monstruo -gigante y gris-
para comprobar, un día,
nuestra pequeña e insignificante existencia
ante la transpiración de una flor cualquiera.
miércoles, 14 de noviembre de 2012
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