jueves, 5 de mayo de 2011

Qué culpa tengo yo
de andar en carne viva
con las entrañas chorreando
por la vida
por las calles
por la ciudad.

A veces me miro
busco en el espejo
pierdo noción
el suceso
impresiona?
o
no se nota en multitud?

No estoy poetizando
ni encuentro palabras:
no tengo la culpa
de tener que deambular
en carne viva
todos los días
desollinarme las entrañas
cubrirme por pudor
(porque no soy vanguardista
y todavía
no se ha puesto de moda)
temiendo en el colectivo
manchar los trajes
reacia a tocar objetos
miedo
de dejar en evidencia
que ando -sin tener la culpa-
en carne viva
entraña al aire.

No es pura sensibilidad
melancólica nostalgia
llanto suelto.
Andar en carne viva
no es para nada
un estado poético.
Lo poético siempre termina siendo
(in) justamente
lo más trágico y esencial:
no tener la culpa.

Entre tanto y tanto
termina sin saberse
si es más doloroso
andar así,
no tener la culpa,
o que esto último sea
lo poético.
Hay veces
en las que
los nuevos e imponentes
seres de ficción
terminan
sin comer perdices:
comen vegetales.
No se sabe
si estos son
movimientos gastronómicos
o literarios.