jueves, 5 de mayo de 2011

Qué culpa tengo yo
de andar en carne viva
con las entrañas chorreando
por la vida
por las calles
por la ciudad.

A veces me miro
busco en el espejo
pierdo noción
el suceso
impresiona?
o
no se nota en multitud?

No estoy poetizando
ni encuentro palabras:
no tengo la culpa
de tener que deambular
en carne viva
todos los días
desollinarme las entrañas
cubrirme por pudor
(porque no soy vanguardista
y todavía
no se ha puesto de moda)
temiendo en el colectivo
manchar los trajes
reacia a tocar objetos
miedo
de dejar en evidencia
que ando -sin tener la culpa-
en carne viva
entraña al aire.

No es pura sensibilidad
melancólica nostalgia
llanto suelto.
Andar en carne viva
no es para nada
un estado poético.
Lo poético siempre termina siendo
(in) justamente
lo más trágico y esencial:
no tener la culpa.

Entre tanto y tanto
termina sin saberse
si es más doloroso
andar así,
no tener la culpa,
o que esto último sea
lo poético.
Hay veces
en las que
los nuevos e imponentes
seres de ficción
terminan
sin comer perdices:
comen vegetales.
No se sabe
si estos son
movimientos gastronómicos
o literarios.

sábado, 15 de enero de 2011

Gigante monstruo gris

Gran ciudad
Lo tenés todo, todo en cantidad.
No sabés de mí
ni de nadie,
y yo que sé de vos,
te detesto
por tus olores grises
como las caras grises que te recorro
con sus colores mugrientos todos.
Sos un gran monsturo caliente
a punto de explotar de gente
de ruido, de fiebre,
de angustia.
Y se te van a salir los carteles
y las calles se te van a amotinar
en los rincones de las terrazas
y van a salir los trenes de sus rieles
empujados por diez gigantes
más grandes que vos
y van a llegar
hasta la pituca costanera
para terminar de enmugrar
tu podrido riachuelo.
Los asfaltos se van a derretir
y los autos se van a hundir
entre movediza brea
que se incendia con el fuego
del mismísimo infierno.
Vas a quedar tan feo,
monstruo cansado,
desvastado, liquidado,
que millones de hormigas
tendrán que invadir a otro enano
para dejarlo un día
tan horrendo como vos.