jueves, 17 de septiembre de 2009

Anochecida

Al día lo venció la envidia. Se apuró a difuminarse por todos lados y a bajar hasta las ventanas disfrazado de negro grisáceo. Le copió a la noche todo cuanto pudo, intentando ser su mejor reproducción.
Por momentos casi me engañó y me hizo buscar las luces, dormitar, perderme en la música, soñar despierta, recurrir a todas mis artimañas nocturnas para disfrutar las sensaciones inacabables. Busqué la soledad y el refugio y casi hasta dejé invadirme por la melancolía.
Cuando creí que al fin había emprendido el viaje que espero cada noche, me di cuenta del engaño: la envidia lo dejó ciego y olvidó las estrellas.
Creo en los sucesos mágicos: en ese preciso momento, no sé si por vergüenza, tristeza o impotencia se largó a llorar (y lo hizo hasta que la noche lo absorvió por completo).

No hay comentarios: